Su vida

Nace en Belmonte (Cuenca) en 1527, según la mayoría de los estudiosos, o quizá en 1528: el cómputo de las edades en la época resulta más aproximativo que en la nuestra y los documentos con frecuencia se contradicen. Es hijo de Lope de León y de Inés Varela.

Su padre es abogado y al obtener un cargo en la corte se establece en Madrid, a donde viaja la familia en 1533 o 1534. El niño Luis tiene entonces cinco o seis años. Después, al trasladarse la corte a Valladolid en 1536 volvió a desplazarse la familia León hasta la capital castellana. De esos años infantiles nada se sabe, hasta 1541, en que el padre obtiene el cargo de oidor en la chancillería de Granada y provoca un nuevo traslado familiar. Pero para entonces, el joven Luis, con catorce años, está ya en edad de iniciar estudios más serios y es enviado a estudiar a Salamanca, donde su tío Francisco de León, es catedrático de Leyes.

Es aquí donde el joven debió sentir la llamada de la vocación religiosa, pues ya en la capital del Tormes, ingresa en el convento de los agustinos en 1542, y profesa de agustino junto con otros novicios el 29 de enero de 1544, cuando tiene 17 años.

A partir de ese momento su vida se orienta a recibir la formación académica necesaria que le permita acceder en el futuro a la carrera docente universitaria. Inicialmente cursa los estudios de Artes (Gramática latina, Lógica, Filosofía Moral y Natural), necesarios para acceder a una de las titulaciones superiores (Teología, Medicina, Leyes, Cánones). Era frecuente que los frailes profesos cursaran esos estudios en sus propios conventos, y convalidaran después los estudios ante la Universidad mediante un examen. Fray Luis siguió esos trámites para obtener el título de bachiller en Artes entre los años 1544 y 1546. El curso 1546-47 se matricula como estudiante en la Facultad de Teología, donde cursará sus estudios durante cuatro años y medio, como establecían los estatutos de la Universidad, hasta 1551. A partir de ese momento iría combinando la formación académica con el ejercicio de la docencia en conventos de la propia orden, como los de Soria y Salamanca. Y con la participación en actividades de la Orden, como el capítulo convocado en Dueñas (Palencia) en 1557 en que se encarga a fray Luis el sermón de apertura. Su denuncia fogosa de los males de la Orden no dejó indiferente a los mayores, que señalan el celo mal entendido del joven.

En 1560 obtiene mediante exámenes los títulos de licenciado (licentia docendi) y de maestro (doctor) en Teología.

Planteada ya las intenciones curriculares de fray Luis, comienza un peregrinaje por distintas cátedras de Teología, que le lleva a la cátedra de Santo Tomás, en 1561 y a la cátedra de Durando en 1565. Esta es la que ocupa cuando en 1572 se desata el episodio que mejor se conoce de la vida de fray Luis: la denuncia y prisión en las cárceles de la Inquisición entre 1572 y 1576, el proceso de fray Luis.

Un hecho concreto viene a provocar la tentación de denuncia contra fray Luis y otros colegas. En 1569 se inicia la comisión de teólogos presidida por el decano de la Facultad, Francisco Sancho, comisario después del Santo Oficio, para examinar el texto de la Biblia de Vatablo y su posible reimpresión por el librero salmantino Portonaris. Las reuniones derivaban con frecuencia en duros enfrentamientos y amenazas entre fray Luis y León de Castro, profesor de griego en la Facultad de Artes y defensor de opiniones contrarias a las del agustino. Ese apasionamiento tenía por objeto la puesta en cuestión de la autoridad de la Vulgata y de la traducción griega de los Setenta, frente al mejor conocimiento de los textos originales hebreos.

Es denunciado por León de Castro y por el dominico Bartolomé de Medina, resultando la denuncia en el encarcelamiento en el mes de marzo de 1572. Se inicia así una experiencia humana de la que fray Luis sale con nueva fortaleza, pero que causa el abandono de su actividad.Finalmente, será absuelto en 1576.

Durante los cuatro años largos que dura el proceso, lento y minucioso, de marzo de 1572 a diciembre de 1576, fray Luis se enfrenta con entereza (pero, como no podía ser menos, también con momentos de flaqueza y de miedo) y denuncia la lentitud de la burocracia y la maldad de sus acusadores, la envidia y mentira de la que según la tradición -poco verosímil- dejó constancia en las paredes de las cárceles de Valladolid:

Aquí la envidia y mentira me tuvieron encerrado...

Al salir de su reclusión y recuperar su cátedra empezó la primera clase de este modo:

Dicebamus hesterna die... (es decir, 'Decíamos ayer...').

De vuelta a Salamanca en diciembre de 1576, se reintegra a la Universidad, pero como su antigua cátedra de Durando estaba ocupada en propiedad, la Universidad le ofrece una cátedra extraordinaria de Teología para que explique teología escolástica.

Pero su anhelo era conseguir la cátedra de Sagrada Escritura, la misma a la que había opositado en su primer intento en 1560. Ahora, en 1579, la gana, teniendo como rival a un hijo dominico de Garcilaso de la Vega, fray Domingo de Guzmán. Pero la chancillería de Valladolid falla a su favor y podrá desempeñar su docencia sin nuevos cambios de cátedra hasta el fin de sus días.

Es ahora, alcanzada su meta académica, cuando se dedica a la creación literaria en latín y en romance. El contacto con los libros lo ha tenido fray Luis desde sus primeros años en Salamanca, manteniéndose al tanto de novedades y comprando ediciones de sus amados clásicos. Su situación económica, desahogada, se lo permite.

Lo primero que sale a la luz, en 1580, es un volumen con dos comentarios bíblicos en latín, al Cantar de los Cantares, y al salmo XXVI. Se publica en Salamanca y se reedita en 1582.

Y enseguida se pondrá manos a la obra para construir su prestigio literario, dando a la imprenta su primera gran obra en español y una de las cumbres del Renacimiento: De los nombres de Cristo. La obra sale en 1583, en dos libros. Vuelve a aparecer, ya con su forma terminada en tres libros, en 1586, también en Salamanca, y finalmente en 1587 en la versión definitiva. Cada una de estas ediciones sale acompañada de una obra, La perfecta casada, que es un comentario del sentido moral del capítulo 31 del libro de los Proverbios.

Un nuevo proceso en 1582, por opiniones expresadas en un acto en la Facultad de Teología sobre la justificación y el libre albedrío, le lleva en 1584 ante el Cardenal Gaspar de Quiroga en Toledo, para ser de nuevo recriminado:

«...le amonesta benigna y caritativamente que de aquí adelante se abstenga de decir ni defender pública y secretamente las proposiciones que parece haber dicho y defendido...».

Los años ochenta son época de grandes trabajos universitarios, tanto en la docencia de la cátedra de Biblia, y los actos extraordinarios, como atendiendo comisiones y encargos de gestión universitaria. Estos encargos le alejan cada vez más de la docencia, y le ponen en contacto con nuevas actividades y nuevas personas que llenarán los últimos años de su vida. Una de ellas es la Madre Ana de Jesús, sucesora de Teresa de Jesús al frente de las carmelitas descalzas. Ella le encarga a fray Luis que ponga orden en los papeles de la madre Teresa, y los prepare para la imprenta. Fray Luis llevará a cabo esa labor de editor y crítico textual, culminando con la edición de las obras de la Madre Teresa de Jesús en Salamanca, en 1588.

1591 comienza para fray Luis con un agravamiento de su salud, probablemente un tumor. El 23 de agosto muere en el convento de San Agustín en Madrigal de las Altas Torres (Ávila).. Su cuerpo es trasladado a Salamanca, donde llega el día 24 por la noche. Se le entierra con asistencia de la Universidad y de los conventos en el claustro del convento de San Pedro de la Orden de San Agustín.

Muchos años después, reducido el convento a ruinas por el abandono y los estragos de la Guerra de la Independencia, la Universidad de Salamanca y la ciudad se propusieron recuperar los restos de su hijo insigne. Una comisión inició los trabajos de localización entre las ruinas del convento que concluyeron el 13 de marzo de 1856 con la exhumación. El 28 de marzo de 1856 los restos localizados fueron trasladados solemnemente a la capilla de San Jerónimo de la Universidad, celebrándose primero unas exequias en la catedral y una procesión posterior hacia el Estudio salmantino. Aquel día, sobre el féretro que contenía los restos del agustino, junto a las insignias doctorales, una corona de laurel y un tintero, reposaba el manuscrito autógrafo de la Exposición del Libro de Job, la obra a la que fray Luis puso punto final poco antes de morir.

Tras un periodo de suscripción nacional, el 25 de abril de 1869 se inaugura el mausoleo de la capilla y la estatua en bronce que preside el Patio de Escuelas de la Universidad de Salamanca, obra de Nicasio Sevilla. Se sellaba así en bronce la perpetua memoria del Maestro de la Universidad, convertido en símbolo romántico de la libertad del intelectual frente al poder.

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