Su vida

Hijo de don Gabino Rodríguez Álvarez y de doña Faustina Álvarez García, Alejandro nació en Besullo - Cangas del Narcea, Asturias, el 23 de marzo de 1903. Vivió hasta la edad de cinco años en la vieja casona que todos conocían. Ahí fue dando paso a la ilusión acrecentada de un niño pueblerino que empieza a establecer un contacto entre la realidad y la fantasía, entre la belleza natural y lo sobrenatural.

Hasta a edad de diez años vivió con su familia en Villaviciosa, pequeñito pueblo de España situado muy cercano a la ciudad de Guadalajara. Más tarde pasó al Instituto Jovellanos, en Gijón, cursando ahí los primeros años del bachillerato, que continuó después en el Instituto de Murcia y la Universidad de Oviedo.

Aquí en Murcia se despertaría definitivamente su vocación por el teatro. De aquí nacería su afición por las lecturas, por la práctica de la representación escénica; el llevar teatro, junto con un grupo de compañeros, a las clases populares; el ir a aldeas y comarcas en busca de mejores encuentros.

Aquí en Murcia se despertaría definitivamente su vocación por el teatro. De aquí nacería su afición por las lecturas, por la práctica de la representación escénica; el llevar teatro, junto con un grupo de compañeros, a las clases populares; el ir a aldeas y comarcas en busca de mejores encuentros.

Murcia le gustó. Encontraba aquí un ambiente grato. Se había fundado aquí el Conservatorio de Música y Declamación, a donde ingresó ese joven que se llamaba Alejandro Rodríguez Álvarez, quien deseaba estudiar arte dramático. Más tarde, este mismo joven, se inscribiría en la Facultad de Filosofía y Letras. Alejandro permanece en este lugar hasta 1922, cuando se traslada Madrid, a fin de inscribirse y cursar la carrera de maestro. Lo hace en la Escuela Superior del Magisterio, donde conocería y se enamoraría de una mujer quien luego sería su novia, su esposa y compañera: Rosalía Martín Bravo.

Casona había recibido en 1934 el Premio Nacional de Literatura, que el gobierno le otorgara por su libro de lecturas infantiles Flore de Leyendas. Un libro en el que, sin perder su poesía, las leyendas más hermosas de la humanidad se ponen al alcance de las mentes de los niños.

Casona era un enamorado de los niños. De ahí que recuerde el momento en que, habiendo cursado la universidad, y habiendo aplicado para la opción de maestro e inspector de segunda enseñanza, nuestro personaje tenía que enfrentar un examen de oposición.

Casona tenía que impartir clase ante los ojos del jurado. Entró, se sentó en el suelo, rodeado de los alumnos de la escuela, y les empezó a contar historias y leyendas edificantes y bellas, que al ser relatadas en un lenguaje tan simple, tan claro, tan directo y tan hermoso, tenía a los niños suspensos e impresionados. Está por demás decir que Alejandro ganó las oposiciones.

Casona había recibido en 1934 el Premio Nacional de Literatura, que el gobierno le otorgara por su libro de lecturas infantiles Flore de Leyendas. Un libro en el que, sin perder su poesía, las leyendas más hermosas de la humanidad se ponen al alcance de las mentes de los niños.

Casona era un enamorado de los niños. De ahí que recuerde el momento en que, habiendo cursado la universidad, y habiendo aplicado para la opción de maestro e inspector de segunda enseñanza, nuestro personaje tenía que enfrentar un examen de oposición.

Persona que siempre le gustara hablar con los jóvenes y niños. Alguien para quien el mundo era la vida. Un autor, excelente comediógrafo quien entre sus últimos éxitos alcanzados estuviera La casa de los siete balcones, obra en que evoca a su querida y añorada Asturias. Alguien que siempre será recordado por su nombre (aunque éste, valga la redundancia), no haya sido su propio ni verdadero nombre: Alejandro Casona.

Casona tenía que impartir clase ante los ojos del jurado. Entró, se sentó en el suelo, rodeado de los alumnos de la escuela, y les empezó a contar historias y leyendas edificantes y bellas, que al ser relatadas en un lenguaje tan simple, tan claro, tan directo y tan hermoso, tenía a los niños suspensos e impresionados. Está por demás decir que Alejandro ganó las oposiciones.

De estilo muy propio, donde todo gira entre el amor y lo poético, entre la realidad y la fantasía, lo cabalístico y lo insospechable, la obra de Casona es digna de estudio. Sus obras han sido traducidas a muy diversos idiomas como lo son el inglés, el francés, el italiano, el alemán, el ruso, el checo y el finlandés.

Sus obras tienen siempre una mezcla de poético y realidad, algo que gusta mucho a los auditorios, pues les proporciona la sensación de estar como presenciando hechos reales, cosas que podrían suceder, transportados, al mismo tiempo, a un ambiente y un lenguaje comprensible que dignifican al hombre y a sus hechos más cotidianos.

A veces poético, a veces simbólico, muchas veces elocuente y otras veces claudicante, Casona va más allá que los demás. Él escribe y habla sobre un mundo en que vivimos, un mundo creado por el hombre mismo, un mundo bajo, imperfecto, lleno de vilezas y crueldades. Un mundo donde el hombre, de hecho, paradójicamente, es su propio creador y víctima.

Casona entonces habla de los sueños del hombre, sus deseos, sus anhelos. Encuentra que el hombre quiere vivir, aunque a veces se refugie en fantasías, que en ocasiones son mil veces mejores que una cruel y aplastante realidad. Casona cree que el hombre no quiere que le destruyan esos sueños de realidad o fantasía, donde habla del Amor, de Dios y la Justicia.

Así por ejemplo, en La sirena varada, aparece una mujer desgraciada que prefiere seguir viviendo en medio de su locura, una locura hermosa para ella, a que le sea devuelta la razón, lo cual la arrojaría a un mundo sucio y lleno de vergüenza, el mundo de "los listos", aquellos que no sirven para nada. En los árboles mueren de pie se ve el sentido de la vida, la fe, la determinación a seguir viviendo y morir con un y por un ideal. Personajes que se muestran no como caracteres, sino como figuras vivas y palpitantes, vivas e ilusionadas que muestran un dualismo entre el ser y querer ser.

Habiéndose retirado a vivir a Argentina. Casona seguiría escribiendo y publicando ahora artículos en los principales periódicos del continente. Realizó frecuentes viajes en los que aprovechaba para recibir nuevos triunfos y hacer nuevos amigos. Los que le conocieron siempre hablan y le recuerdan por su amabilidad, su trato, su afecto, su sencillez y su gran don de gentes.

Más tarde regresaría a España. Se sentía ya enfermo, era el año de 1962. Se cuenta que al llegar a su tierra dijo: "vengo a morir". Citaba una frase de "Los árboles mueren de pie". Tres años más tarde, un 17 de septiembre de 1965 fallecería, a consecuencia de un paro cardíaco. Sus restos serían velados en la capilla ardiente que se instalara en el Teatro Lara, pocos días antes de haber estrenado su pieza Las tres perfectas casadas.

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Manuela Calle Caminero

E-mail: manoli.calle@gmail.com