A continuación, los mejores poemas de José Cadalso:

    A LA PRIMAVERA

    DESPUÉS DE LA MUERTE DE FILIS

    No basta que en su cueva se encadene

    el uno y otro proceloso viento,

    ni que Neptuno mande a su elemento

    con el tridente azul que se serene;

    ni que Amaltea el fértil campo llene

    de fruta y flor, ni que con nuevo aliento

    al eco den las aves dulce acento,

    ni que el arroyo desatado suene.

    En vano anuncias, verde primavera,

    tu vuelta de los hombres deseada,

    triunfante del invierno triste y frío.

    Muerta Filis, el orbe nada espera,

    sino niebla espantosa, noche helada,

    sombras y susto como el pecho mío.

    AL PINTOR QUE ME HA DE RETRATAR

    Discípulo de Apeles,

    si tu pincel hermoso

    empleas por capricho

    en este feo rostro,

    no me pongas ceñudo,

    con iracundos ojos,

    en la diestra el estoque

    de Toledo famoso,

    y en la siniestra el freno

    de algún bélico monstruo,

    ardiente como el rayo,

    ligero como el soplo;

    ni en el pecho la insignia

    que en los siglos gloriosos

    alentaba a los nuestros,

    aterraba a los moros;

    ni cubras este cuerpo

    con militar adorno,

    metal de nuestras Indias,

    color azul y rojo;

    ni tampoco me pongas,

    con vanidad de docto,

    entre libros y planos,

    entre mapas y globos.

    Reserva esta pintura

    para los nobles locos

    que honores solicitan

    en los siglos remotos;

    a mí, que sólo aspiro

    a vivir con reposo

    de nuestra frágil vida

    estos instantes cortos,

    la quietud de mi pecho

    representa en mi rostro,

    la alegría en la frente,

    en mis labios el gozo.

    Cíñeme la cabeza

    con tomillo oloroso,

    con amoroso mirto,

    con pámpano beodo;

    el cabello esparcido,

    cubriéndome los hombros,

    y descubierto al aire

    el pecho bondadoso;

    en esta diestra un vaso

    muy grande, y lleno todo

    de jerezano néctar

    o de manchego mosto;

    en la siniestra un tirso,

    que es bacanal adorno,

    y en postura de baile

    el cuerpo chico y gordo;

    o bien junto a mi Filis,

    con semblante amoroso,

    y en cadenas floridas

    prisionero dichoso.

    Retrátame, te pido,

    de este sencillo modo,

    y no de otra manera,

    si tu pincel hermoso

    empleas, por capricho,

    en este feo rostro.

    LETRILLAS SATÍRICAS

    IMITANDO EL ESTILO DE GÓNGORA Y QUEVEDO

    Que un sabio de mal humor

    llame locura al amor,

    a lo veo;

    pero que no se enloquezca

    cuando otro humor prevalezca,

    no lo creo.

    Que una doncella guardada

    esté del mundo apartada,

    ya lo veo;

    pero que no muera ella

    por salir de ser doncella,

    no lo creo.

    Que un filósofo muy grave

    diga que de amor no sabe,

    ya lo veo;

    pero que no mienta el sabio

    con el pecho y con el labio,

    no lo creo.

    Que una moza admita un viejo

    por marido o por cortejo,

    ya lo veo;

    mas que el viejo en confusiones

    no dé por cuernos doblones,

    no lo creo.

    Que un amante abandonado

    diga que está escarmentado,

    ya lo veo;

    pero que él no se desdiga

    si encuentra grata a su amiga,

    no lo creo.

    Que una vieja ya se asombre

    hasta del nombre del hombre

    ya lo veo;

    pero que ella no quisiera

    ser de edad menos severa,

    no lo creo.

    Que una mujer a su amante

    jure ser siempre constante,

    ya lo veo;

    pero que se pase un día

    y ella quiera todavía,

    no lo creo.

    Que de todas las mujeres

    no importen los pareceres,

    ya lo veo;

    pero de que la que amamos

    el parecer no sigamos,

    no lo creo.

    Que la mujer, cual cristal,

    la quiebre un soplo fatal,

    ya lo veo;

    pero que pueda soldarse

    si una vez llega a quebrarse,

    no lo creo.

    Que al espejo las coquetas

    estudien mil morisquetas,

    ya lo veo;

    pero que sea el cristal

    el objeto principal,

    no lo creo.

    Que bastante he murmurado

    en lo que está criticado,

    ya lo veo;

    pero que mucho no pueda

    criticarse en lo que pueda,

    no lo creo.

    Que la novia moza y linda

    al novio viejo se rinda,

    ya lo veo;

    pero que crea el barbón

    que ella rinde el corazón,

    no lo creo.

    SOBRE EL ANHELO CON QUE CADA UNO TRABAJA PARA LOGRAR SU OBJETO

    Pierde tras el laurel su noble aliento

    el héroe joven en la atroz milicia;

    supúltase en el mar por su avaricia

    el necio, que engañaron mar y viento.

    Hace prisión su lúgrube aposento

    el sabio por saber; y por codicia

    el que al duro metal de la malicia

    fio su corazón y su contento.

    Por su cosecha sufre el sol ardiente

    el labrador, y pasa noche y día

    el cazador de su familia ausente.

    Yo también llevaré con alegría

    cuantos sustos el orbe me presente,

    sólo por agradarte, Filis mía.

    SOBRE EL PODER DEL TIEMPO

    Todo lo muda el tiempo, Filis mía,

    todo cede al rigor de sus guadañas:

    ya transforma los valles en montañas,

    ya pone un campo donde un mar había.

    El muda en noche opaca el claro día,

    en fábulas pueriles las hazañas,

    alcázares soberbios en cabañas,

    y el juvenil ardor en vejez fría.

    Doma el tiempo al caballo desbocado,

    detiene el mar y viento enfurecido,

    postra al león y rinde al bravo toro.

    Sola una cosa al tiempo denodado

    ni cederá, ni cede, ni ha cedido,

    y es el constante amor con que te adoro.

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Manuela Calle Caminero

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